Cinco lugares turísticos de Nentón

1 El Cimarrón en Huehuetenango, Guatemala

Los pobladores de la localidad consideran que el Cimarrón pudo haber sido un cenote hace miles de años. Sin embargo una de las versiones más apegadas a la realidad acerca de esta formación geológica, es que un río subterráneo erosionó la roca caliza y que en determinado momento la tierra se desplomó y formó un agujero gigante.
Derivado de lo anterior, en la actualidad lo que existe en el fondo es un abundante y frondoso bosque de árboles que alcanzan los 30 metros de altura, así como colonias de distintos insectos entre las que destacan las abejas.

Mitos y leyendas de El Cimarrón

Debido a que no existen datos acerca de la formación de este agujero y a la escasa exploración que se ha hecho acerca del mismo, las leyendas y mitos que han surgido alrededor de él abundan cada vez más.
Los habitantes del municipio de Nentón no dudan en afirmar que ese lugar está embrujado, debido a que en la tradición oral existen leyendas acerca de muertes misteriosas y de cómo las personas que han llegado al fondo y han sobrevivido luego se han vuelto locas.
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2 Laguna Brava, Yolnabaj, en Huehuetenango


A cientos de kilómetros de la Ciudad de Guatemala se encuentra una laguna de tamaño colosal. Rodeada de bosques y paisajes que solamente se pueden encontrar en Huehuetenango. Y como todo tesoro natural, vale la pena el viaje.

La Laguna Brava, cercana a la frontera con México, representa un destino que hace que viajar lejos valga la pena. Es de gran tamaño y su forma serpenteante aparece en los mapas bajo el nombre de Yolnabaj, pero lo curioso es que al estar en el lugar, no se le conoce así y preguntar por este nombre dará como resultado expresiones de confusión en los locales. Le conocen como la Laguna Brava y le llaman así porque en ciertos horarios dependiendo del clima, pero frecuentemente por las tardes, el viento que penetra el valle hace que las olas de la laguna se escuchen desde lo lejos.
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3 Cenotes o Pozas de Candelaria

Cenotes o Pozas de Candelaria son dos pozas o depósitos de agua manantial y cristalina que forman embalses naturales, están localizados a pocos kilómetros de la frontera con México, en el municipio de Nentón –Huehuetenango, Guatemala- (deviaje, 2016).
Los cenotes de Candelaria están muy cercanos el uno del otro y son parte de un manto de agua subterráneo, de tipo cárstico (Go Extreme, 2016).
La palabra cenote es de origen maya, tz´onot que significa pozo o abismo (RAE, 1001).
Los cenotes de Candelaria son considerados aguas sagradas para los nativos del lugar, tienen más o menos 30 metros de profundidad, sus aguas cambian de color de azul a turquesa y verde, dependiendo de la hora del día y los vientos, también el nivel del agua no es constante, puede bajar o subir, la vegetación que rodea a los cenotes es de tipo bosque chaparral espinoso (Mata, 2013).





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4 RÍO LAGARTERO NENTÓN HUEHUETENANGO
Nombre del atractivo: Rio Lagartero Ubicado en el municipio de: Nentón Distancia de la cabecera municipal: 142 km. Tiempo del recorrido: 3 horas en vehículo. Dificultad: ninguna Interés Principal: río. Recomendaciones: Hospedaje: puede hospedarse en Nentón en el hotel las peñas o regresar hasta la Democracia donde se encuentran varios hoteles. Alimentos: es necesario llevar comida. Temporada ideal para visitar: es recomendable visitarlo en todo tiempo.
El paisaje de la ruta es seco a árido pero lleno de vida en el aire y tierra, cuando por allí transite es probable que vea aves y animales que prácticamente que se le atravesaran en el camino, cerca del rio se develara ante sus ojos un bello valle que extiende más allá de la frontera con México, es seco y polvoriento, por lo que contrasta con la vegetación que se puede observar a las orillas

Las aguas turquesas del caudaloso Río Lagartero surgen repentinamente entre los sabinos, ingresan 10 Km. más abajo a territorio mexicano antes de regresar a Guatemala. Es un espectáculo refrescante y un buen lugar para descansar. Contacto Posada Finca Chaculá
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5 FINCA SAN FRANCISCO 
El 17 de julio de 1982, a las diez de la mañana, gran cantidad de soldados y un helicóptero que transportaba a un capitán y a otros cuatro oficiales, todos pertenecientes a la zona militar 19 de Huehuetenango, llegaron a la finca San Francisco. No había presencia alguna de la guerrilla en el lugar.
Pasaron casa por casa haciendo salir a todos los habitantes, porque se realizaría una reunión. “Los soldados se vieron enojados, aquí con nosotros y ya no nos preguntaron si estábamos viendo guerrilla, sino véngase que tenemos una ‘junta’, vamos a tratar de reunirnos a tratar de hablar cosas. Pasaron los ejércitos entre las casas y se llevaron a las mujeres, a nuestros hijos, todo. Era el día 17 de julio…”
Después procedieron a agrupar a las mujeres y a los niños en la iglesia, y a los hombres y ancianos los reunieron en la alcaldía auxiliar. Todos los hombres fueron registrados “en ese tiempo tenía yo reloj y tenía yo algo de dinero en la bolsa y me desbolsaron todo de una vez”. Un grupo de soldados penetró en las viviendas desocupadas y se apropió de todo lo que había en ellas (comida, dinero, grabadoras, radios, relojes).
Un sobreviviente recuerda que, cerca del mediodía, obligaron a dos de los colonos a traer “un mancuerno de bueyes capados que ellos van a comer, que van a empezar a celebrar una fiesta, así nos dijo el jefe. Pero que [los animales] sean de ustedes, no del patrón”.
Hacia las dos de la tarde sacaron a las mujeres de la iglesia, en grupos de 10 y 20; algunas escaparon hacia las casas. Treinta soldados las siguieron y entraron tras ellas. Se escucharon gritos. Varias mujeres fueron violadas, pero no fue posible conocer cuántas, porque, inmediatamente después, prendieron fuego a las casas. Las mujeres fueron quemadas vivas.
A los niños y niñas que estaban en la iglesia los sacaron agarrados de los pies y les golpearon, como sacos, contra unas columnas de madera. Un testigo presencial dice: “Después de haber matado a nuestras señoras, sacaron nuestros hijos, chiquitos de diez años, ocho, cinco y cuatro años, nomás los agarraban las patas y los giman y los somatan en los horcones de las casas y como quedan pedaceados los cerebros de los chiquitos como masa de maíz. Yo tenía seis hijos, todos murieron … también mi esposa. Ninguno quedó vivo”.
Continuaron con los ancianos. Les ataron las manos, los acostaron boca arriba en el piso y simularon que les mataban. Otro testigo declara: “…Empezaron a sacar a los ancianos, los acostaron en el suelo y le pasaban un machete sin filo por el cuello, y los viejecitos gritaban y qué culpa tenían ellos del dolor que están sufriendo, así murieron como quince ancianos … Después empezaron a sacar la gente que son potentes…” Más tarde los degollaron de verdad. “…Trajeron a los viejitos, los mataron con machetes viejos y sin filo”.
Por último, a los hombres los eliminaron por grupos. Señalándolos, les decían: “Ustedes vengan afuera”. Un sobreviviente relata: “Nosotros teníamos mucho miedo, porque sabíamos que nos iban a matar, lo mismo que nuestras esposas y niños, hablábamos entre nosotros, los soldados dijeron: ‘¿Qué piensan ustedes? ¿Por qué hablan tanto allí adentro?, Nosotros no le vamos a hacer nada’. Algunos rezábamos a Dios que salvara nuestras vidas, no había nada más que hacer … Veía cómo a mis compañeros los desnudaban, les quitaban las camisas usándolas para taparles los ojos y las manos se las amarraron detrás y los echan boca arriba y un Ejército para cada persona para echarles balazos …. Los demás ejércitos agarran la gente como halar un perro muerto, los arrastran como animales y los llevan hasta la iglesia y los dejan tirados. Dejaron amontonada a la gente”.
A las cinco de la tarde sólo quedaban vivos, en la sede de la alcaldía auxiliar, una veintena de campesinos. Cuatro de éstos aprovecharon un descuido de los soldados e intentaron escapar por la ventana. Uno de los que huían fue descubierto y acribillado a balazos, pero los otros tres lograron huir. Corrieron entre las balas, “…Empecé a correr y escuché cuando los soldados dijeron, ahí va otro, chorros de balas detrás de mí, sonaban como tirar piedras, un montón de grava, así con curvas me voy, así no me lograban matar, al fin como estaba oscureciendo salí un rato más allá y había una macoya y por allí abajo de esa me metí, me quedé allí, y pensé, que me maten aquí, ya yo estaba cansado por el susto y por la balacera siempre desmaya uno…”Finalmente, lograron reunirse: “Nos juntamos a medio camino, a una legua de San Francisco, y nos fuimos camino a la frontera con México, llegamos entre las cuatro y las seis de la mañana del día 18. Toda la noche estuvimos andando bajo agua y lodo, sin luz, a veces gateando, a veces caminando, debido al mal camino…

Una de las personas que habían sido enviadas a buscar los bueyes no quiso regresar al lugar y observó lo que pasaba desde lejos. Este testigo afirma que una vez que los soldados concluyeron la masacre, pusieron al fuego la carne de los bueyes que habían destazado y comieron, bebieron y bailaron con la música de las radiograbadoras que robaron de las casas.
Antes de marcharse, prendieron fuego a la aldea.
En San Francisco murieron aproximadamente 350 personas de la población civil.
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